Removiendo las Cenizas
La carretera estaba oscura y el asfalto humedecido por la
llovizna. En una patrullera de policía iba conduciendo el oficial Frans Sevilla
y lo acompañaba su novia, una bella joven mujer de 23 años, con quien llevaba
saliendo más de un año. Ella, Mariana, era alta, morena, pelo largo y
ensortijado, trabajaba en una agencia fúnebre, su apariencia jovial y angelical
contrastaba completamente con el frio mortecino de un cadáver. Había tenido un
par de novios antes de Frans, pero con ninguno había llegado a intimar, ésta
noche sería su “primera vez” y sentía una gran expectativa.
A él las emociones no le eran ajenas. Se había divorciado
hacía unos 6 meses, cuando conoció a Mariana, su matrimonio estaba en crisis.
El día que él le presentó a Mariana los papeles del trámite del divorcio de su
esposa, ella aceptó empezar a salir con él. Seis meses después, ya era un hombre libre y
la relación estaba tan afianzada que ella no dudaba en liberar la tensión
sexual con él.
Pero querían hacerlo en un lugar diferente, de una manera
que descentrara la atención de su virginidad y solo les ofreciera la emoción
del momento. Por eso Frans conducía lejos de la ciudad, hacia una casa en la
cual dos semanas atrás hubo un doble crimen y por lo tanto estaba abandonada. Los vecinos habían denunciado la manifestación
de eventos extraños dentro de la casa, como luces que se prendían y apagaban,
gritos desgarradores, fuego incipiente que luego desaparecía espontáneamente,
objetos que se rompían, e incluso sonido de disparos. La policía no pudo
comprobar nada por lo que descartaron la veracidad de las denuncias. Todo esto
convertía a la casa en un escenario completamente estimulante para ambos. Aún más considerando que los vecinos ya no
querían siquiera asomarse por los alrededores. No habría testigos.
Iba sonado el disco “Famous Monsters” de Misfits a un volumen
intolerable dentro del coche, por cuyas ventanillas, a medio descender, escapaba
el sonido y el humo de marihuana. Ella fumaba y mal entonaba una canción. Él quien conducía, reía y bebía largos sorbos
de tequila de la botella, intentando ahogar su ansiedad, cuando frenó de
improviso. Se habían detenido frente a
una casa que hacía pensar en “Ciudad Gótica” se veía tétrica y distante, como
si jamás alguien de éste mundo pudiera habitar allí. Su infraestructura no era
algo del otro mundo, pero el aire que se infiltraba a través de sus muros sí. Grandes
ventanales que observaban como ojos helados. El viento parecía circundarla, sin
atreverse a pasar por ella.
Él tragó saliva y ella exclamó –
ufff ¡es genial! –
-
Nada de eso – se apresuró él a responder y se
llevó de nuevo la botella a la boca. Ella le arrebató la botella y se bebió lo
último que quedaba y a continuación comenzó a simular una felación con la botella
vacía y luego a reír como una demente – ¿Eres traviesa no? – le inquirió él con
cierto deseo. Ella inclinó medio cuerpo para adelante y llevó ambas manos al
suelo, permaneció allí unos segundos y luego se incorporó portando dos botellas
de vodka a modo de trofeo. Comenzaron a reír – ¡Vamos! – dijeron casi al
unísono.
Mariana descendió del auto con sus provisiones para la
“fiesta” las dos botellas de vodka, cigarrillos, encendedor, marihuana y sus
malas intenciones. Ingresó al jardín de la casa dando saltitos a lo largo del
sendero. Frans la siguió, no sin antes enfundarse el arma y tomar las esposas
“por si acaso…” pensó. También se llevó una linterna y se puso en el bolsillo una bolsita de coca.
Él adelantó el paso y forzó la puerta, la cual cedió sin
ninguna oposición y se abrió por completo, como si los invitara a pasar. Entró
sin vacilar mientras ella lo aguardaba intentando abrir una de las botellas con
los dientes. Él estaba buscando la caja de fusibles, en un par de minutos era
obvio que lo había conseguido porque un par de luces se encendieron dentro de
la casa. Se asomó a la puerta a observar a Mariana, quien lucía esplendida bajo
la tenue luz de la luna, tanto, que incluso sus ojos parecían brillar. Le pasó
una mano invitándola a pasar. Ella la tomó de buena gana pues “El momento había
llegado”.
El interior de la casa contrastaba con el exterior, pues
todo se veía cálido, a excepción de algunos objetos que estaban desparramados
en el suelo y un par de muebles ligeramente fuera de lugar, todo lo demás
estaba perfectamente coordinando, había un orden casi artístico. Era
sorprendente, pero todo lucía nuevo, perfectamente conservado, el polvo que
usualmente se asienta sobre los muebles era inexistente y todo esto volvía la
atmosfera algo extraña. Era como si alguien siguiera habitando la casa.
Mariana corrió escaleras arriba, desprendiéndose la falda y
dejándola deslizarse por sus piernas, esto casi provocó su caída. Volvió a reír
a todo pulmón sin tener consciencia de que una caída podría haberle resultado
mortal. Entre tanto Frans, observaba todo apacible, intentando imaginar cómo se
desencadenó aquel doble crimen, cuyo expediente estaba cerrado, caratulado como
asesinato y suicidio, no había ninguna duda. Se trataba de una pareja que
llevaba 20 años de matrimonio. La mujer había disparado 5 tiros contra su
esposo y posteriormente se había suicidado. El móvil del crimen, los celos, la
mujer había descubierto que su esposo tenía una amante.
Un grito desesperado lo sacó abruptamente de sus pensamientos. Corrió escaleras arriba y se encontró con Mariana, desnuda, cubriéndose la cara con las manos, estaba parada en la puerta de la habitación que habría pertenecido al matrimonio y precisamente donde se había producido el crimen. Había sangre por todos lados, en la cama, el suelo y las paredes. Aún estaban las líneas de seguridad que utilizan los investigadores de criminalística. A Frans le sorprendió que aún no se hubiese limpiado la escena del crimen – No toques nada…- le murmuró a Mariana
Un grito desesperado lo sacó abruptamente de sus pensamientos. Corrió escaleras arriba y se encontró con Mariana, desnuda, cubriéndose la cara con las manos, estaba parada en la puerta de la habitación que habría pertenecido al matrimonio y precisamente donde se había producido el crimen. Había sangre por todos lados, en la cama, el suelo y las paredes. Aún estaban las líneas de seguridad que utilizan los investigadores de criminalística. A Frans le sorprendió que aún no se hubiese limpiado la escena del crimen – No toques nada…- le murmuró a Mariana
-
La sangre parece fresca Frans – dijo ella sin
descubrirse los ojos, era un gesto tan aniñado que Frans sintió el impulso de
abrazarla y así lo hizo – Solo es impresión tuya cariño – pero él no estaba
convencido, aun así prefirió no salir de la duda.
Él la animo dándole una fuerte palmada en una nalga y ella
huyó corriendo a lo largo del pasillo. De nuevo el estruendo de su risa
inundaba la casa. Él se peinó con las manos – Iré por las botellas – le gritó.
Ella no respondió.
Mientras descendía las escaleras vio de reojo una figura
moverse abajo, a su derecha. Sintió un golpe de miedo que lo paralizó. Giro la
cabeza lentamente pero no había nada “Es solo sugestión” pensó, pero en el
fondo quería salir huyendo. En la alfombra una de las botellas se movía como si
terminara su giro en el “juego de la botella”.
-
¿Mariana?– dijo él simulando calma. ¿Pero de qué
manera pudo haber llegado ahí abajo? No tenía sentido – Ya sé que estás aquí
chica traviesa- le gritó de nuevo.
No hubo
respuesta.
Tomó las botellas y subió rápidamente las escaleras, busco
por el pasillo hasta encontrar una puerta abierta. Era la habitación de un
adolescente (o lo había sido antes) las paredes plagadas de posters de bandas
de rock, la mesa de computadora vacía, al igual que la pequeña biblioteca y el
closet. Había un estéreo pero no había discos cerca. Se notaba que quien
habitaba esa habitación la abandonó con cierta prisa. Mariana estaba sentada en
la cama fumando marihuana – Quiero escuchar música – le dijo a Frans unos
segundos después de percatarse de que él estaba ahí. –Voy a tratar de
sintonizar algo – dijo Frans sin poder dejar de pensar que Mariana estuvo todo
el tiempo sentada ahí lo que significaba que ahí abajo… era mejor dejar de
pensar en eso.
Manipulando el estéreo descubrió un disco olvidado adentro.
Presionó un botón y empezó a sonar “Punks Not Dead” de Expoited. Mariana dio un
brincó y comenzó a bailar como poseída. Mientras ella intentaba entonar la
canción él preparaba dos tiras de coca sobre la impoluta mesa de la computadora
inexistente. Se metió una línea y por un momento su dulce chica detuvo su danza
para imitarlo. Ella volvió a brincar. Él se sacó la camisa, puso el arma
calibre 38, la linterna, las esposas y una caja de cerillos sobre la mesa. Se quitó los pantalones. Caminó hacia ella y
la obligó a estarse quieta, le tomó la cara con una mano y empezó a lamerle el
cuello y luego el mentón.
Comenzaron a besarse apasionadamente. La arrojó a la
cama. Siguió besándola, labios, cuello, senos, cintura. Ella le acariciaba la
cabeza, luego sus fuertes brazos marcados, llenos de tatuajes, cuyas imágenes
ella conocía muy bien, pero ahora cobraban extrañas formas. Ella lo deseaba con
locura y aún más cuando él se dedicó a besar su entrepierna con maestría. – Te
quiero dentro de mí – le rogó ella, a lo que él respondió rápidamente,
escalando hasta sus labios, con la cara empapada, la beso y ella se abrazó a su
cuello con sus brazos y a su cintura con sus piernas – Te amo Frans – le dijo
con vos melodiosa – Te amo preciosa – le respondió él, pero había un problema.
No tenía una erección. Ella quien esperaba ansiosa el momento, se movía
buscando el contacto con su miembro. Él se separó un poco de ella, suspirando, intentando
mantener la calma. – Dame un momento cariño – comenzó a disculparse y quería
decirle “hace rato vi algo muy raro allá abajo y no consigo concentrarme” pero
no lo dijo. Quizás había bebido demasiado.
Ella se incorporó y permaneció sentada, decepcionada, ya no
sonreía.
- ¿Te has estado acostando con alguien más? – inquirió ella, él no respondió, se limitó a emitir una risa burlona.
- ¿Qué quiere decir eso? O no pudiste olvidar a la perra – ella comenzaba a elevar la voz enfurecida.
- Calma Mariana, no digas idioteces – balbuceó él.
- ¡Sé que sigues enamorado de ella! ¡Vuelve con tu
puta esposa! –
- No tiene nada que ver con ella –
- Entonces…. ¿el problema soy yo? –
- No…- comenzó a tratar de explicar Frans, pero
ella volvió a interrumpirlo.
- ¡Es que no soy como ella! ¿Es eso? ¡No soy una maldita zorra como ella! -
- Mariana… - la mencionó, pero él ya había perdido
el hilo de la discusión, la empujó de nuevo a la cama y de nuevo comenzó a besarle y acariciarla, ella lloraba pero pronto se entregó a sus besos. De
nuevo lo mismo. Nada funcionaba.
Se sentó en la cama de manera abrupta y se tomó la cabeza.
Nadie dijo nada por un par de minutos.
Ella se levantó y empezó a caminar por la habitación, con los brazos cruzados sobre el pecho y resoplando y sollozando, luego tomó la botella de vodka y comenzó a beber largos tragos – Ya es suficiente Mariana – le suplicó él – Ven aquí – y la invitó a sentarse junto a él. Ella lo miro con desdén y se dirigió al otro lado de la cama, donde permaneció de pie, a sus espaldas –No me dices nada Frans… no me quieres decir… te andas revolcando con tu ex esposa –
Ella se levantó y empezó a caminar por la habitación, con los brazos cruzados sobre el pecho y resoplando y sollozando, luego tomó la botella de vodka y comenzó a beber largos tragos – Ya es suficiente Mariana – le suplicó él – Ven aquí – y la invitó a sentarse junto a él. Ella lo miro con desdén y se dirigió al otro lado de la cama, donde permaneció de pie, a sus espaldas –No me dices nada Frans… no me quieres decir… te andas revolcando con tu ex esposa –
-
No te haría eso nena....-
-
¡Claro! – gritó ella – No me harías “eso” a mí,
no me follarías como a ella ¿eso es lo que quieres decir? ¡Dime!- Estaba
vehemente
- Mariana, no me acuesto con mi ex –
-
¿O quieres decir? Que tú, un maldito policía
corrupto y adicto es un hombre fiel ¿Tienes doble moral?- bebía y continuaba –
¡Maldito hijo de puta!
– y cuando terminó de decir esto le dio un fuerte golpe a Frans en la cabeza, con la botella cargada, él trató de levantarse, pero no pudo, y ella lo volvió a golpear, entonces comenzó a brotar sangre, sus movimientos fueron inútiles, un tercer golpe con la botella le hizo ver la oscuridad total y cayó al suelo.
Ella habría querido romper la botella en la cabeza de él, pero el cristal nunca se quebró, más la cabeza de Frans si, y ahora él yacía en el suelo con un charco de sangre que iba ganado terreno alrededor de su sien.
– y cuando terminó de decir esto le dio un fuerte golpe a Frans en la cabeza, con la botella cargada, él trató de levantarse, pero no pudo, y ella lo volvió a golpear, entonces comenzó a brotar sangre, sus movimientos fueron inútiles, un tercer golpe con la botella le hizo ver la oscuridad total y cayó al suelo.
Ella habría querido romper la botella en la cabeza de él, pero el cristal nunca se quebró, más la cabeza de Frans si, y ahora él yacía en el suelo con un charco de sangre que iba ganado terreno alrededor de su sien.
Ella arrojó la botella a la cama
y trepó por encima de ella para llegar hasta el otro lado y ver mejor el cuerpo
de quien fuera su novio, tendido en el piso. Comenzó a llorar. Lo hizo girar
con bastante dificultad, ya que era un hombre enorme, y comenzó a besarle. La
impresión de ella era que él no tenía signos vitales.
-
Te amo – le dijo entre sollozos, acariciándole
la cara y besándolo. Luego siguió besando su cuello, pechos, abdomen, mientras
con una mano se estimulaba ella misma la entrepierna. Se introdujo el miembro
flácido en la boca y comenzó a succionarlo. Ahora ella solo gemía. Él dolor y
la angustia de ver a su amado sin vida parecía no ser más que un acontecimiento
sin importancia. Estaba completamente excitada. Se montó sobre la pelvis del
cadáver friccionando su propio sexo contra él. Se movió frenéticamente hasta
que estalló en el clímax, pero no se detuvo, siguió una y otra vez hasta que
cayó exhausta al suelo, como en un trance macabro.
Cuando recuperó el aliento, se
levantó como si nada hubiese sucedido y empezó a regar el contenido de la otra
botella de vodka por toda la habitación. Luego buscó alguna de sus prendas.
Tomó las llaves del auto y el arma que Frans había dejado sobre la mesa de la
computadora. También tomó la caja de cerillos y observó el cuerpo inerte.
Trató de encender un cerillo,
pero la caja estaba humedecida, entonces recordó el encendedor que antes había
estado usando – ¿Dónde diablos lo dejé? – se preguntó a sí misma, cuando a lo
lejos visualizó el “zippo” que estaba debajo de la cama.
Brincó hasta la cama y se montó a ella procurando un ángulo favorable para tomar el encendedor – Bingo – festejó cuando lo tuvo entre los dedos y se disponía a volver a su propósito cuando una enorme mano le tomó la nuca con fuerza y le apretó la cara contra el colchón. Comenzó a ahogarla, ella daba brazadas al aire. Intentaba escapar, pero era presa de alguien con una fuerza brutal.
Brincó hasta la cama y se montó a ella procurando un ángulo favorable para tomar el encendedor – Bingo – festejó cuando lo tuvo entre los dedos y se disponía a volver a su propósito cuando una enorme mano le tomó la nuca con fuerza y le apretó la cara contra el colchón. Comenzó a ahogarla, ella daba brazadas al aire. Intentaba escapar, pero era presa de alguien con una fuerza brutal.
Unos segundos antes, Frans había comenzado a
volver en sí. Todo era demasiado confuso, pero tenía recuerdos leves de haber
tenido a Mariana montada sobre él, gimiendo y gritando, en aquel momento él no
podía moverse, pero ahora si, por lo que se incorporó rápidamente, viendo a
Mariana tumbada en la cama, distraída hurgando algo en el suelo. Entonces fue
el momento oportuno para su venganza. Ella aún no podía notarlo, pero él era
quien intentaba asfixiarla contra el colchón. Frans la liberó unos segundos y
observó algo en la mesa, detrás de él. Se levantó rápidamente y tomó las
esposas. Ella trató de huir respirando
con suma dificultad. Él le propinó una cachetada que la tumbó de nuevo en la
cama. La levantó de los cabellos y la arrastró a la ventana, a cuyas rejas la
esposó. Parada, mirando hacia la calle, sin poder escapar, y él a sus espaldas.
Entonces él tomó la pistola que estaba en el
suelo y se la introdujo a ella en la boca – Chupa esto nena – él le ordenó.
Ella temblaba y lloraba – Entonces ¿disfrutaste mi muerte? – le preguntaba y
ella respondió moviendo la cabeza de forma negativa. Se podía adivinar entre los roces que su
lengua daba al frio acero de la pistola
calibre 38, que decía “Por favor no”. Él
arrojó el arma al suelo y la sujetó con ambas manos por la cintura - ¿Esto era
lo que querías? – Le gritó y la penetró con tanta fuerza que desgarró su himen,
ella gritó más fuerte - ¿eh? ¿Por esto me querías matar? – y la arremetió con más
violencia y luego por detrás.
Cuando solo de manera instintiva, por los estimulos del movimiento, eyaculó, se retiró de ella. No sintió ningún placer, su corazón despedazado le impedía sentir algo más que dolor. Ahogo su llanto.
Cuando solo de manera instintiva, por los estimulos del movimiento, eyaculó, se retiró de ella. No sintió ningún placer, su corazón despedazado le impedía sentir algo más que dolor. Ahogo su llanto.
Ella estaba arrodillada, ensangrentada y sollozando. Él tomó sus
pertenencias y el encendedor, se llevó un cigarrillo a la boca y se dispuso a
marcharse – Eres un maldito cobarde… - le dijo ella - ¿Vas a dejarme así? –
A
lo que él respondió – Es lo menos que te mereces – y retomó la marcha pero se
detuvo de nuevo al escucharla decir – Fuiste el peor que tuve – ella trató de
mirarlo – ¿A que te refieres Mariana? maldita sea – Frans comenzó a enfurecerse
de nuevo.
-
Amo mi trabajo porque cada noche, cuando estoy
sola con los cadáveres, ellos me dan placer – ella continuó con tono macabro y
él comenzaba a sentir nauseas – pensé que te amaba y que contigo sería
diferente – entonces rio de manera demencial.
- - Estás muy drogada Mariana, en la mañana volveré
por ti – pero ella lo interrumpió
- - No te imaginas lo que se siente…-
- - Estás enferma, maldita loca ¡ya cállate!- peor
ella no calló, siguió hablando
- Ahora entiendo porque te dejó tu esposa ¡Eres un
maldito impotente! ¡Ni para estar muerto eres bueno! – él giró y la miro con desprecio,
luego avanzó hacia la puerta, encendió su cigarrillo y arrojó a la cama,
embebida en vodka, el encendedor. Pronto
la llama del “zippo” se reprodujo. Mariana gritaba presa del pánico.
Él
corrió escaleras abajo y hasta la puerta de salida, subió al coche y arrancó.
Pisó el acelerador y encendió el reproductor, “Hybrid Moments” sonaba
entonces
"Ohhh baby whe you're crying" ♫
"Ohhh baby whe you're crying" ♫
Fumaba su cigarrillo y aceleraba aún más.
Por el espejo retrovisor pudo ver como la casa entera donde antes había estado,
ahora ardía en llamas.
Pensó en Mariana. La veía corriendo de arriba abajo, sonriendo, luego en el coche cantando su canción favorita, haciendo travesuras y arrojándose a sus brazos diciéndole “Te amo Frans”. Una tormenta de emociones se desató en sus ojos. Empezó a sollozar, quiso dar vuelta y volver por ella pero su pie derecho se resistía y pisaba con más fuerza el acelerador. Y precisamente cuando cruzaba el puente él perdió el control y el coche cayó cuesta abajo, dando varias vueltas sobre sí mismo.
Pensó en Mariana. La veía corriendo de arriba abajo, sonriendo, luego en el coche cantando su canción favorita, haciendo travesuras y arrojándose a sus brazos diciéndole “Te amo Frans”. Una tormenta de emociones se desató en sus ojos. Empezó a sollozar, quiso dar vuelta y volver por ella pero su pie derecho se resistía y pisaba con más fuerza el acelerador. Y precisamente cuando cruzaba el puente él perdió el control y el coche cayó cuesta abajo, dando varias vueltas sobre sí mismo.
Cuando se detuvo, Frans estaba cabeza abajo, mal herido,
sangrando en un lugar indeterminado. No podía moverse. Sabía que los segundos
estaban contados, el coche estallaría de un momento a otro, el olor a
combustible era asfixiante.
Pero lo más espeluznante fue cuando miro a su derecha y se encontró con Mariana sentada a su lado, donde debería haber estado cuando salió de la casa. Era un espectro, con medio cuerpo consumido por las llamas, lo miró con reproche y le dijo:
Pero lo más espeluznante fue cuando miro a su derecha y se encontró con Mariana sentada a su lado, donde debería haber estado cuando salió de la casa. Era un espectro, con medio cuerpo consumido por las llamas, lo miró con reproche y le dijo:
– Frans, tenemos que hablar – y lo apuntaba
con un dedo acusador.
La risa demencial de Mariana se volvió un eco
rotundo solo sosegado por la explosión del coche.
0 comentarios :
Publicar un comentario